El 21 de diciembre tuvimos la suerte de contemplar la primera puesta de sol del solsticio de invierno desde el molino Rucio. A pesar de su nombre, que se empleaba para designar algo sucio y de color no definido, pues era el término que utilizaba Sancho Panza para llamar a su asno, es un lugar luminoso y acogedor, donde Jesús Anaya ha cuidado hasta el más mínimo detalle. Por ser uno de los cuatro molinos que aún conservan su maquinaria, junto al Bolero, Espartero y el Sancho (el que posee la de más antigüedad), podemos utilizarlo de excusa para conocer el funcionamiento de estos gigantes y de paso, degustar productos de la tierra de gran calidad
El proceso de transformación del trigo en harina en uno de nuestros Molinos de Viento sería el siguiente:

Desde el exterior, el molinero orientaba las aspas frente a la dirección del viento girando toda la cúpula, con la ayuda del Borriquillo, los Hitos de Amarre y el Palo de Gobierno. Se encalla el borriquillo en uno de los hitos de amarre más próximo el palo de gobierno para arrastrarlo en la dirección deseada y hacer girar con ello toda la techumbre por un raíl de giro que se puede apreciar en el interior del molino.
Se procede a cubrir las aspas con unas lonas
El Molino ya está preparado para trabajar. Las aspas comienzan a girar por la fuerza del viento y este movimiento es transmitido a una rueda dentada que hay en el interior del molino, la Rueda Catalina, a través del eje.
La Rueda Catalina, a su vez, hace girar a otra más pequeña, también dentada, la Linterna, siendo ésta última la que mueve la piedra de molino o muela que machacará el trigo. El Molino posee dos piedras, la superior, que se mueve, llamada Volandera y la inferior, que está fija, llamada Solera.
El grano depositado en la Tolva va cayendo entre las dos muelas y se va triturando. Ya transformado en harina, caía por un canal hasta el piso bajo del molino donde era recogida en sacos.
Proceso simple pero ingenioso, aunque muy costoso y no exento de peligros. De 1844 data un documento que nos informa del escaso rendimiento de los mismos, los riesgos que acarreaba, puesto que la techumbre estaba hecha de pajones fácilmente inflamables o desmontables por el viento, y el enorme esfuerzo que suponía para los molineros ascender por la cuestas a través de empinadas sendas. Es por ello que se abandonaron y su construcción comenzó a deteriorarse. Todos menos uno, el actual Molino Chispas, comúnmente conocido como Molino del Tío Jesús, en uso hasta 1955.
Si nos fijamos, podemos ver la fecha de construcción del Rucio. 1837 |
Tras esta ración de historia y etnografía, nada como disfrutar de un chocolate caliente o un buen vino manchego en la entreplanta del molino Rucio, contemplando el horizonte que parece no acabarse nunca bajo el cielo de invierno.
Ángeles Anaya