Muchos somos aficionados a evitar los itinerarios comúnmente utilizados por el resto de nuestros congéneres, siempre que esto sea posible y no se incurra en una infracción, claro está. Es por ello, por ejemplo, que acostumbro a salir de misa de doce por la sacristía de la iglesia de San Juan, insisto, siempre que la situación lo permite. Desde hace algún tiempo reparé en una vieja pintura de la última cena, muy ajada, y os invito a hacer algunas indagaciones.
Se capta una representación clásica de la última cena de Jesús de Nazaret con sus 12 apóstoles. Jesús aparece con actitud misericordiosa, bendiciendo a Judas con su mano derecha. San Pedro, por su parte, se lleva la mano al corazón, posiblemente con intención de remarcar su lealtad a Jesús. Judas, quién se cuenta derramó la sal, ocupa el puesto más a la siniestra según se mira el cuadro, con expresión sombría y ojos vacíos, situado en la penumbra, señalado por el apóstol de ojos cerrados que tiene justo enfrente, y representado con la barba y el cabello rojizos, ¿adivináis cual es?. Está a la izquierda de Jesús, sosteniéndo la bolsa de las 33 monedas de plata con la mano derecha. Si os fijáis veréis 13 comensales, pero…, ¿cuántas copas de vino?.... Son temas recurrente en esta temática pictórica, al igual que el imberbe San Juan recostado sobre Jesús, con aspecto púber, conforme los Evangelios. Aparece también el cordero pascual, tema recurrente en esta obra, señalada por uno de los apóstoles que dirige su mirada directamente al aexpectador. En el simbolismo románico medieval, el cordero es una alegoría del sacrificio de Jesús para expiar los pecados del hombre (representados por las manzanas que aparecen sobre la mesa).